Sabíamos no exigirnos mucho.
Hola. ¿Qué hacés?,
convidame un pucho,
que me tenés abandonada.
Vos con tu mochila a cuestas.
Yo con la excusa perfecta,
para charlar de pavadas.
Brindamos por el olvido,
y el espíritu del vino,
se fue haciendo nuestro amigo.
Con el corazón en llanta,
nada mejor que tu lengua
abrigando mi garganta.